Como un servidor aterrizó con el tren dentro

Un incidente frecuente, pero sin consecuencias graves, más allá de un buen rasponazo en el gelcoat. Solo nos queda dar las gracias a un veterano y muy experimentado piloto por su humor y por sus sabios consejos:

A pesar de lo listísimo que soy, he de confesaros que pertenezco a una vergonzosa asociación de voladores: la de los pilotos de la línea blanca. La línea blanca es el rastro del gelcoat de nuestro sufrido planeador al rozar la panza en el asfalto de la pista, cuando se nos olvida extender el tren de aterrizaje.

¿Que cómo la cagué? Fácil. Estábamos volando a onda en el aeródromo del Tiétar (un sitio precioso con condiciones de onda fantásticas). El remolque fue muy, muy turbulento, lo que nos obligó a soltarnos de la remolcadora en medio de un meneo impresionante.

Os tengo dicho que, tras la suelta de la remolcadora, guardéis el tren. Pues bien, a mí se me olvidó mientras peleábamos contra las turbulencias del rotor, empeñados en pasar a la zona laminar de la onda.

Lo conseguimos, y nos dimos un vuelo espectacular paseándonos por toda la sierra de Gredos a 5.000 m ASL. Cuando decidimos bajar, pasamos por una zona de turbulencias que nos mantuvo muy entretenidos hasta el viento en cola.

En el viento en cola, hicimos la revisión previa al aterrizaje, accionamos la palanca del tren y cantamos confiados: “Lima Delta, viento en cola para la 04”. Como siempre, hice un aterrizaje espectacular, pero cuando toqué el suelo, un ruido lastimero me recordó que no soy tan listo ni tan buen piloto como creo. Había hecho todo el vuelo con el tren fuera, y cuando accioné el mando del tren, lo que en realidad hice fue guardarlo.

La moraleja de todo esto es que no basta con accionar el mando del tren: HAY QUE CERCIORARSE DE QUE ESTÁ EN SU POSICIÓN Y ASEGURADO.

La gracia se saldó con dos trampillas del tren lijadas, un arañazo en la panza que arreglaremos este invierno y mi honra por los suelos.

…como se ve en el hilo posterior, quién este libre de pecado…